Hace cuatro años que no tengo una relación formal. Cuatro años desde que X y yo nos despedimos con más resentimiento que amor. Desde entonces, hice un juramento silencioso: no volver a comprometerme con nadie. No es que haya dejado de ver mujeres, al contrario, las he conocido en todas sus versiones: apasionadas, aburridas, aventureras,…
Desde que terminó mi relación con X, la Navidad se ha convertido en un experimento sociológico personal, una mezcla entre independencia absoluta y un leve síndrome de Grinch. Al no tener compromisos con nadie, el universo me otorga una libertad inusual: puedo tomar decisiones que solo afectan a mi orgullo y a mi cuenta bancaria.…
