Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Duermo con tres hombres a la vez

Hace seis meses que duermo con tres hombres a la vez y no es sencillo. No es como en las películas, donde todo fluye con armonía y cada uno sabe exactamente qué rol ocupar, como si fueran piezas de un rompecabezas perfectamente encajadas.

No.

Aquí cada día es un ejercicio de equilibrio, una danza constante entre la paciencia y el agotamiento. Porque dividir tu atención entre tres requiere estrategia, planificación y una capacidad de adaptación que ni siquiera sabía que tenía.

Claro, sé que esto no es para siempre. Tarde o temprano tendré que elegir, porque la vida no está hecha para ser compartida de esta manera indefinidamente. Pero mientras tanto, disfruto lo que cada uno me da, aunque eso signifique estar en un estado de cansancio crónico, como si estuviera sobreviviendo a un triatlón emocional sin línea de meta a la vista.

Por supuesto, vivir con tres hombres significa que hay cosas que inevitablemente recaen sobre mí. No es una queja, es una constatación de la realidad. Pero alguien tiene que asegurarse de que la casa no se convierta en un campo de batalla entre ropa sucia, platos acumulados y comida que ha decidido iniciar su propio proceso evolutivo en la nevera. Y ese alguien, por lógica, soy yo. Lavo, cocino, limpio. Porque si espero a que lo hagan ellos, la casa terminaría pareciendo un experimento social sobre lo que sucede cuando la civilización colapsa.

El dinero, por suerte, no es un problema grave. No trabajo en este momento, así que mis gastos son mínimos y las compras grandes están planificadas y compartidas. Nadie se queja, ninguno me hace sentir incómoda por ello. Es una de las pocas cosas que funcionan sin fricciones en esta dinámica insólita que, a falta de una palabra mejor, llamo hogar.

Pero si hay algo que hace que todo esto valga la pena, es lo que cada uno de ellos me aporta. Gonzalo es con quien más tiempo he compartido. Es mi refugio seguro, el que me escucha cuando necesito hablar, siempre que no esté jugando con la PlayStation, claro. Con él todo es estable, predecible, cómodo. El sexo no es frecuente, pero cuando sucede, sabemos exactamente qué hacer. No hay sorpresas, pero tampoco decepciones. Además, es el único que realmente se preocupa por mi familia. Sin que se lo pida, ayuda a mi padre con cualquier cosa que necesite, y eso, en este mundo donde la mayoría solo se preocupa por sí mismo, es algo que valoro más de lo que él imagina. A Gonzalo lo conocí en la universidad, pero no fue hasta después de algunos años cuando empezamos a salir.

Álvaro es distinto.

Él es quien le pone chispa a todo, el que mantiene la casa con una energía liviana y divertida. Siempre está de buen humor, siempre tiene una broma a la mano, siempre encuentra la forma de hacerme reír cuando el agotamiento amenaza con convertirme en un ser humano con menos tolerancia que un despertador a las cinco de la mañana. Con él no hay presiones. Nos vemos un par de veces a la semana, sin expectativas, sin exigencias, y cuando pasa, es como una bocanada de aire fresco. No necesito ser otra cosa que yo misma con él.

Álvaro apareció en mi vida de manera inesperada, bastante después que Gonzalo. Pero una vez que nos conocimos, hemos permanecido cada quien en la vida del otro.

Y luego está Noel, el más joven.

El más inexperto.

Noel es quien más horas de sueño me roba. Me despierta en mitad de la noche cuando más necesito dormir. No voy a mentir, estar con él es lo más agotador de todo. Y, sin embargo, es al que más tiempo le dedico. Es quien más me necesita, el que reclama mi atención con una intensidad que los otros dos nunca han tenido. Y aunque muchas veces no sabe cómo hacerme sentir bien cuando estamos juntos, aunque sus intentos sean torpes y desesperados, hay algo en él que me atrapa, que me impide alejarme. Es una conexión que no tiene lógica, pero que está ahí, firme, inquebrantable. Noel apareció en mi vida cuando todo parecía indicar que solo la compartiría entre Gonzalo y Álvaro.

Entonces, ahora duermo con los tres.

Y nadie puede venir a juzgarme.

Lo peor de todo esto es el cansancio. Es lo único que no puedo maquillar ni disimular. No importa cuánto me guste esta vida, cuánto la haya elegido, cuánto disfrute de cada uno de ellos a su manera. Estoy agotada.

Estoy exhausta.

Mi cuerpo lo resiente: las ojeras se han instalado en mi rostro como inquilinas permanentes, mis músculos están tensos, mi paciencia cada vez más frágil. He aprendido a dormir en ráfagas de minutos, a despertar en automático ante el más mínimo ruido, a sobrevivir con café y resignación. A veces, cuando me miro al espejo, veo a una mujer en guerra, con el cabello enredado, la mirada perdida y una lista interminable de tareas que esperan ser hechas. Y lo peor es que sé que, en cuanto cierre los ojos por un segundo, alguien me llamará, alguien me necesitará, alguien exigirá mi atención.

Y aunque nadie me obligó a esto, aunque fui yo quien decidió abrir la puerta a esta locura, hay noches en las que me pregunto si estoy tomando las decisiones correctas o si simplemente me estoy metiendo en una espiral de agotamiento de la que no podré salir sin consecuencias.

Pero en medio de todo, en los días en los que el cansancio me pesa como una losa, en los momentos en los que siento que me estoy volviendo loca, me detengo, respiro y me doy cuenta de algo: me gusta. Me gusta la dinámica que hemos construido, me gusta la sensación de no estar sola, me gusta saber que, pase lo que pase, tengo a tres hombres en mi vida que, de una forma u otra, me llenan. Lo único que temo es el momento en el que tenga que elegir. Porque no hay forma de que esto dure para siempre.

Lo sé.

Lo sabemos todos.

Solo espero que, cuando llegue el momento, tenga la claridad suficiente para tomar la decisión correcta. Por ahora, seguiré adelante durmiendo con mis tres hombres: Gonzalo, de treinta y cinco años; Álvaro de seis; y Noel, de siete meses.

Foto: Freepik

5/5 - (2 votos)

Dejar un comentario

ESCRIBO PORQUE ME GUSTA Y PORQUE PUEDO

FREDDY BLAAN © 2025. Todos los derechos reservados.

Este sitio web es desarrollado por: