Viajar barato, muchas veces, es un arte que roza el masoquismo. Uno aprende a dormir con tapones en los oídos, a ignorar ronquidos de desconocidos, y a abrazar la posibilidad de ducharse con agua fría como si se tratase de algún castigo merecido.
Así fue como, tras más de una semana sobreviviendo esa maravillosa aventura,…
