Recuerdo con especial cariño —y algo de vergüenza— mi primer encuentro con la secundaria. Hasta entonces, había sido un estudiante destacado en la escuela, con altas calificaciones que llenaban de orgullo a Coromoto, mi madre. Pero al dejar la primaria atrás y adentrarme en la adolescencia, todo cambió. Para mí, aprobar un año escolar se…
