Ayer amanecí sin ganas de existir. De esas mañanas que saben a lunes aunque no lo sean. Me vestí sin ilusión, agarré las llaves y fui a la oficina convencida de que la productividad se consigue por obligación: si el mundo gira un sábado, yo también. Llegué, encendí la luz, preparé café… y a los…
